domingo, 30 de noviembre de 2008

La Salsa


¿Qué cubano no disfruta al bailar la salsa?, un género musical tan mezclado y sabroso como el Caribe mismo. Sobre su orígen hay un gran debate, qué si es de Cuba, qué si nació en Puerto Rico, pero lo cierto es que hace mover los pies "al más pinto de la paloma".

Cubanos bailan salsa en una rueda de casino.
Foto Revista Bohemia

Los instrumentos que aportan su característica sonoridad son el bongó( dos pequeños tambores unidos uno al otro, cuyo orígen se encuentra en los tambores africanos), los timbales, uno de los instrumentos claves que consisten en dos cajas de metal, dos tambores unidos entre sí y montados en un pie, la paila, las maracas- dos cáscaras duras rellenas de semillas con mango-, el güiro cuyo nombre proviene del árbol güira, de la cual se toma una rama se ahueca, se les forman estrías a un lado y se hacen sonar con una baqueta; en la actualidad también se construyen de metal, y las tumbadoras, de las cuales existen tres tipos quinto, conga y tumbadora, la primera más fina y aguda que se usa para improvisar, de la segunda pueden sacarse dos tonos agudo y grave y la última, se caracteriza por se más ancha y tener un sonido grave.
A esos instrumentos se suman los trombones, algunas orquestas como Los Van Van incluyen el bajo y la guitarra eléctrica.
A diferencia de otros países de la región en Cuba la sonoridad de la salsa puede calificarse como más agresiva, trepidante, y recibe el nombre de Timba. Aquí los bailadores ponen en función del baile casi todas las partes del cuerpo, principalmente los pies, caderas, cintura y los hombros.
La música se baila en pareja y en un momento se separan y comienzan a mover de forma convulsa la cintura, la mujer da la espalda al hombre y se menea en imitación del acto sexual.
Después vuelven a juntarse e improvisan complicadas vueltas, en ocasiones a una pareja se unen otras y se forma de forma espontánea una gran rueda de casino que puede abarcar casi un salón.
"Enchúfala (a la mujer), el yogurt, dame una (cambio de pareja), dame dos (otro cambio)...!, son algunas de las orientaciones que da el líder de la rueda.
En los últimos años, la población más jóven entre 12 y 25 años, siente mayor atracción por el reguetón una música que ha opacado a la salsa en las fiestas, hacen movimientos repetitivos, al ritmo de una música repetitiva, claro son otros tiempos, pero se pierden el placer de bailar una buena rueda de casino, al son de los Van Van, Adalberto, Paulito FG, y otros músicos de aquí.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Disparos sin escopeta

El profesor cubano y negro Esteban Morales, ha dedicado parte de su trabajo profesional al estudio del problema racial en Cuba, un asunto que permaneció casi dormido durante mucho tiempo y que se “destapó” con el período especial.

En esta entrevista concedida a la revista Alma Mater, Morales trata de cómo el tema racial aún es un “talón de Aquiles” de la sociedad cubana, fisura que puede ser aprovechada por Estados Unidos para hacer daño a la Revolución Cubana y que debe ser bien solucionada “Malecón adentro”.

El economista y politólogo cubano tiene razón, recién encontré en el Nuevo Herald una entrevista a un etnólogo cubano emigrado en Brasil, titulada Negritud, marea amordazada de la Revolución Cubana, en el que me llamó la atención el empleo del concepto negritud en el título.

En Cuba no existe una etnia en específico, al menos esa es mi opinión, si una raza- de por si mezclada- que por el racismo, el cual dio origen a la esclavitud, estuvo durante años marginada y quedan aún muchos rezagos de esa discriminación, que son necesarios eliminar por el bienestar de nuestra sociedad.

Creo que las opiniones desde afuera, no siempre son bien intencionadas, aunque el que las emita sea un negro.

Morales quien es autor de un libro Desafíos de la problemática racial en Cuba, dice que se resiste al factor subjetivo y que es lo más objetivo posible a la hora de tratar el tema.

Espero les guste esta entrevista y saquen sus propias conclusiones.


Disparos sin escopeta

Entrevista a Esteban Morales

Por Hilario Roseta Silva

Malecón adentro


A pesar de que ya era un asunto espinoso desde antes de que iniciáramos las luchas independentistas, poco se ha escrito sobre el tema; no son muchos los historiadores que le prestaron atención; son raros los estudios que lo ubican en la actualidad; lamento que de él se ocupara gente que reside fuera y que no siempre comparte nuestras circunstancias.

Arrancó a hablar el profesor universitario Esteban Morales, el mismo que cuando aún dirigía el hoy Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana (UH), intuyó que la dinámica interna de la cuestión racial podría devenir talón de Aquiles hacia donde dispararían sus dardos los hacedores de la política norteamericana contra Cuba.

Qué valioso sería que espíritus surgidos desde dentro diesen la pauta —agregó—; los temas de nuestra realidad no se regalan; debemos ser los primeros en abordarlos; el problema racial podría ser otro de los argumentos con los que Estados Unidos nos atacara; esta es una temática «del Malecón para adentro», que atañe a los cubanos.

Miembro de la Academia de Ciencias durante dos mandatos, doctor en Ciencias Económicas y doctor en Ciencias, Esteban ha ejercido como profesor invitado en unas veinte instituciones de enseñanza superior de diez países de América, Asia y Europa. Justamente por ser negro, cada vez que llega a Estados Unidos le preguntan cómo es el trato que reciben sus iguales en la Cuba contemporánea.

Ñandú cubano
Existe allí ese interés —abundó—, saben del proceso acaecido en la Isla y ese es un tema sensible para ellos. Cualquiera que se presente ante un público estadounidense para tratar una materia equis, y compruebe que por ser negro el auditorio insiste en preguntarle sobre la discriminación racial en Cuba, tendrá que estudiarla en profundidad: no podemos permitir que siendo el nuestro uno de los países que más ha trabajado por la igualdad de oportunidades para todo su pueblo, la cuestión permanezca silenciada… Estamos frente a un tópico complejo: tiene que ver con su tratamiento histórico entre nosotros y con nuestra realidad interna actual; influye sobre el contexto de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y sobre las alianzas políticas de la Isla; y se conecta con nuestra capacidad para aprender de los errores cometidos en el abordaje de otros temas.

Siendo usted negro, ¿no se expone a obsesionarse con tales investigaciones?

Esperé 15 años para «lanzarme al agua» —consideró—, deseando que la temática madurase en mí; definir temas de investigación es una cosa y comenzar a trabajar en ellos es otra; en concreto puse manos a la obra en 1986; constaté que el estudio tenía varias fallas; existía un entorno, una realidad social, que no estaba siendo reflejada. Yo tenía 16 años en 1959; negro y pobre, había sufrido la discriminación; mas no podía escribir desde la posición del doliente, cuyo enfoque nunca es objetivo. También habría sido hipócrita: por las organizaciones sociales y políticas a las que pertenezco, por mi historial académico y profesional, por aparecer con frecuencia en los medios, podría decirse que soy de los negros que mejor uso hicimos de los derechos que la Revolución nos garantizó a todos los cubanos…Resistirme a la subjetividad es una de mis metas cuando me siento a escribir; no estoy obsesionado con el tópico, al respecto tengo un prisma científico; pero la emoción tampoco puede estar ausente, así que busco un equilibrio entre los dos polos, con la máxima de que este es un lastre para mi país, y de que como intelectual revolucionario tengo el deber y el derecho de aportar mi grano de arena en su estudio, comprensión y solución; debemos ser honestos en el análisis histórico, y evitar comportarnos como el avestruz que esconde la cabeza y deja fuera las partes vulnerables.

Tiro al blanco
Fue alumno ayudante de la Facultad de Economía de la UH, de donde se licenció en 1969; luego trabajó allí como profesor y dirigió en diferentes épocas la Escuela de Ciencias Políticas y el decanato de la Facultad de Humanidades, ambas de la propia UH. Aseguró que el capítulo más reciente de la causa que venimos tratando, fue abierto por Fidel en marzo de 1959, y padeció, a partir de 1962, un largo silencio, por fortuna ya interrumpido.

Sí, la problemática racial ha sido complicada de punta a cabo de nuestra historia; siempre fue presentada cual manzana de la discordia; ya a fines del siglo XIX, la apología norteamericana, y también la colonial española, pregonaba que los negros que luchaban por la independencia del país, ansiaban instaurar en Cuba una república al estilo haitiano, y criticaban la autoridad de Maceo y otros jefes negros…Cien años después, el problema racial no aparecía en el programa del Moncada, mas era una preocupación para el Movimiento 26 de julio y estaría incluido en su afán de conquistar las libertades públicas y la democracia política; no es casual que hacia fines de marzo de 1959, Fidel Castro comenzara a plantear la cuestión en varias de sus intervenciones.

Alma Mater consultó el discurso del 22 de marzo de 1959. El Comandante llamó a hacer una campaña para acabar con el trato de inferioridad que se le daba a los negros en la Isla:

«Ha existido en nuestra patria […] —decía Fidel— el bochornoso procedimiento de excluir al negro del trabajo. […] Hay dos tipos de discriminación racial: una, […] en centros culturales o de recreo, y otra, […] en los centros de trabajo; […] si una delimita las posibilidades de acceso a determinados círculos, la otra, mil veces más cruel, delimita el acceso a los centros donde puede ganarse la vida, […] y así cometemos el crimen de que al sector más pobre le negamos, precisamente más que a nadie, la posibilidad de trabajar. […] Hay que dictar el anatema y la condenación pública contra aquellos hombres […] que tienen el poco escrúpulo de venir a discriminar a unos cubanos […] por cuestiones de piel más clara o más oscura. […] Vamos a terminar con la discriminación racial […], haciendo una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema…» 1

A flote
Con todo —continuó Esteban—, desde el propio 1959 comenzó a agudizarse el conflicto entre Cuba y Estados Unidos: en enero del 61 Washington rompió sus relaciones diplomáticas con la Isla, en abril se produjo el ataque mercenario por Playa Girón, el imperialismo continuó apoyando a las bandas contrarrevolucionarias, y de nuevo el tratamiento de la materia cayó en un entorno desfavorable. El fantasma de la diferencia racial, vista como fuente de división social o elemento de segmentación entre las fuerzas revolucionarias, factores de los que el enemigo podría aprovecharse, trascendió a la época. En 1962, ya denunciado el sectarismo, en la antesala de la Crisis de octubre, después de la Segunda Declaración de La Habana, de la exclusión de Cuba de la OEA y de la orden presidencial estadounidense que estableció el bloqueo total sobre el comercio entre los dos países, el tema «voló» de la palestra pública y devino tabú; cuando alguien hablaba sobre él, lo hacía en tiempo pasado; el silencio se prolongó hasta fines de los años 80 y principios de los 90; la crisis que nos atacó desde afuera, y que condujo a una crisis interna, extendida a todas las esferas, lo sacó a flote: a pesar de la gran obra social y humana de la Revolución, no había sido resuelto definitivamente.

¿A juzgar por cuáles signos se hizo más o menos evidente, a la altura del período especial, que el tópico pendía de solución?

Se manifestó tanto en cortapisas a las oportunidades de empleo, dolorosa forma discriminatoria que, como dijera Fidel, delimita la posibilidad de que la persona se gane la vida, como al acceso a la educación superior y a posiciones protagónicas en ciertas esferas. Hay otro dato: el 85 % de los cubanos establecidos en el exterior son blancos; los negros y mestizos solo comprenden el 15 % del total, y emigraron tarde, casi sin contar con ningún apoyo en los países receptores, máxime en Estados Unidos; en consecuencia, son los que están en peores condiciones para ayudar a sus familiares en la Isla; las remesas en Cuba las reciben en esencia los blancos y, entre ellos, intelectuales y personas que tradicionalmente tuvieron poder adquisitivo…

Anchos de conciencia
Esteban escribió varios trabajos sobre la temática y un señor texto, Desafíos de la problemática racial en Cuba, 2 presentado en la 17 Feria Internacional del Libro Cuba´08. Sus premisas están en Cuba: algunos desafíos del color, reconocido con el tercer premio ex aequo por el jurado de la tercera edición del Concurso Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente que se reunió en La Habana en el 2006. Según el veredicto, el ensayo da una visión crítica de un tema vigente en Nuestra América, la cuestión racial y cultural, y trata el complejo proceso de supresión de los lastres racistas en un país revolucionario.

El ensayo testifica —recapituló el investigador —que la problemática racial tal vez sea la más compleja, «desconocida» y difícil de nuestra realidad social; ningún problema provoca entre nosotros tanta inquietud, preocupación y recelo; es fácil encontrar personas que no desean escuchar nada sobre él, y si lo oyen evitan hacer comentarios; ¿ignoran que esta es una cuestión vinculada a otras, como son, economía, equidad, derechos humanos, desigualdad, justicia social, marginalidad y discriminación religiosa?; las potencialidades del asunto dependerán de quién y con qué objetivos lo maneje; su arista negativa reside, como ya vimos, en su componente potencial de división social; su lado positivo esta ligado a la búsqueda de la integración cultural y social y a la lucha por la unidad nacional. Pero vuelvo a lo de la «ignorancia»; me refiero al desconocimiento en un doble sentido: es cierto que mucha gente conoce poco de la materia, pero también hay muchos anchos de conciencia, fríamente interesados en ignorarla.

¿Parabienes de la cuna?
En aras de percibir de una vez, cuál es el origen del tema, ¿podríamos olvidarnos de si en Cuba restan o no lastres discriminatorios?

Podríamos obviar que subsistan voluntades para ejercer el racismo, podríamos hasta esquivar la pregunta de si la cultura cubana es capaz de reproducir, per se, actitudes segregacionistas; bastaría con revisar, insisto, nuestra historia; los blancos, negros y mestizos no tienen los mismos puntos de partida; los colonizadores, con credenciales de blanco —y no significa que lo fuesen—, llegaron como tales; mientras, los negros fueron traídos como esclavos y los mestizos surgieron de las mezclas…Las marcas se traspasaron de una generación a otra; las estadísticas de la república burguesa señalan, si de riqueza en Cuba se trata, que negros y mestizos están representados por montos exiguos; pero es que luego de 1959 aquellos puntos de partida siguieron reflejándose cual huellas de un colonialismo y neocolonialismo de cinco siglos que no pueden borrarse en cinco décadas. Hablamos del carácter prejuicioso nato de nuestra cultura; el elemento hispánico ejerció un papel hegemónico desde el mismo descubrimiento; el sabio cubano Don Fernando Ortiz concluyó que desde el siglo XVI, aquí fueron igualmente invasoras las clases, las razas y las culturas; ¿se entiende eso? A muchos de los cubanos de hoy quizás no les sería difícil autoproclamarse machistas, no obstante, es raro que alguien admita ser catalogado como racista, cuando uno le dice al otro, «tú eres racista», este se ofende; sin embargo, la discriminación racial también es un remanente de aquel nacimiento y desarrollo.

Te odio mi amor
Es paradójico —apreció Alma Mater—, que a pesar del contexto discriminatorio, del espíritu hegemónico, de una primera gran coloración en los tonos contrastantes blanco y negro, y de que los procesos ulteriores de codificación racial se basaron en la diferencia, al fin y al cabo pudiera cocerse o cocinarse el «ajiaco cubano».

Los niveles de mestizaje en el Caribe hispano y en Cuba —recalcó Esteban—, son mayores que en el Caribe anglófono, francófono y holandés; allá los procesos de mixtura social estuvieron condicionados por la distancia física entre los dueños blancos y los esclavos negros; hoy todos los cubanos cantamos lo mismo y bailamos igual; no somos un pueblo de verdad católico, ni siquiera somos en serio religiosos, pero somos creyentes, sincréticos, fundimos creencias cristianas con elementos religiosos africanos; sin dejar de ser uno, porque no tenemos etnias ni minorías, somos un pueblo multicolor. Recuerdo las exposiciones con rostros de miles de artistas, deportistas y mujeres cubanas, que un fotógrafo francés inauguró a fines de los años 90 en La Habana; 3 en ellas se pudo apreciar que somos una relación de tonos y gradaciones del negro y el blanco, un catálogo de perímetros craneales, labios, bocas, narices, pelos, etcétera, etcétera, etcétera; en efecto, a mí me remitieron al llamado por Fernando Ortiz, «ajiaco cubano»; pero ¡ojo!, el tal guiso todavía no hierve, y hay que seguirlo revolviendo y vigilar a quienes quisieran bajarle la candela; a algunos no les interesa participar de un caldo donde restan por ablandarse más carnes y viandas de las que habríamos podido imaginar.

Solo por excepción
Fidel de nuevo abordó públicamente el tópico racial el 7 de febrero de 2003. El líder de la Revolución declaró que esta, amén de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos, no había logrado «el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra». 4 El Comandante volvió sobre su propia reflexión el 5 de diciembre de 2004, en el Palacio de Convenciones, en la clausura del VIII Congreso de la UJC. Alma Mater también consultó el texto:

«Las palabras de este párrafo —pormenorizó el aún entonces presidente cubano— fueron pronunciadas por mí, sin vacilación alguna, […] en la clausura del Congreso Internacional Pedagogía 2003 […]. Era algo que llevaba por dentro y deseaba exclamarlo; triste herencia de la esclavitud, las sociedades de clase, el capitalismo y el imperialismo. Nunca existió en ninguna parte una verdadera igualdad de oportunidades. La posibilidad de estudiar, superarse y obtener un título universitario fue siempre patrimonio exclusivo de los sectores que poseían más conocimientos y recursos económicos. Solo por excepción los pobres escapaban de este fatalismo.» 5

De marzo de 1959 a febrero de 2003, transcurrieron 44 años —concluyó Esteban Morales—; una vez más Fidel nos tiró un cabo para continuar nuestros estudios; proclamó que los avances alcanzados por el socialismo habían creado las bases, pero que faltaba dar el salto; dijo bien al afirmar que gracias a la Batalla de Ideas, la vida de los niños, los adolescentes, los jóvenes y la familia cubana de hoy, ya no es igual a la de fines de los 90; en Cuba el racismo no es institucional; el gobierno, el Partido, las instituciones, no son racistas; nunca antes los negros y mestizos habían contado con un gobierno que defendiese sus intereses; pero los lastres discriminatorios restan en la conciencia individual, en actitudes de grupos y personas concretas; de esa dicotomía nace la fuerza que intentó e intenta silenciar el tema y que, por contraposición, contribuye con su persistencia, propicia el resurgimiento de ideologías segregacionistas, y plantea el peligro de reconstruir el racismo en la conciencia social de la nación.


1 Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, primer ministro del Gobierno Revolucionario, en el Palacio Presidencial, el 22 de marzo de 1959. Sus alocuciones y entrevistas sobre este y otros temas del momento, están recogidas en los volúmenes que integraron los dos tomos de la selección temática sobre su pensamiento. Véase Castro, Fidel. El pensamiento de. Selección Temática. Tomos I y II, Editora Política, La Habana, 1983. /

2 Morales Domínguez, Esteban. Desafíos de la problemática racial en Cuba. Fundación Fernando Ortiz, colección La Fuente Viva, volumen no 29, La Habana, 2007. /

3 Se trata de las exposiciones fotográficas Mil artistas cubanos, Mil deportistas cubanos, y Mil mujeres cubanas, que el francés Pierre Maraval inauguró en 1996, 1997 y 1998, en ese orden, en el Pabellón Cuba, ExpoCuba y el hotel Habana Libre, respectivamente. /

4 Castro Ruz, Fidel. Seguiremos creando y luchando. VIII Congreso de la UJC. Discurso de clausura pronunciado por el Comandante en Jefe. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2004, p. 18./

5 Ídem.


sábado, 1 de noviembre de 2008

Sobre los negros en la Universidad

Este interesante trabajo investigativo sobre la presencia de estudiantes negros en las Universidades lo encontré en las páginas de la revista Almamater.


Tanto como las altas instancias
de la Revolución, los
universitarios cuestionan
que se hayan borrado del todo
las diferencias en el estatus
de la población negra en Cuba



Etnia, origen y cultura. El que no tiene de Congo...

Por Sandra Pérez, Héctor Reyes y Danny González,
estudiantes de Periodismo
(Tutor Hilario Rosete Silva)

TIRANIA DE LA MEMORIA

«Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? […] Que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores...»

Así exhortó el Comandante Ernesto Che Guevara a las nuevas generaciones, en el discurso que pronunció en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, al ser nombrado Doctor Honoris Causa en Pedagogía, el 28 de diciembre de 1959. 1

Medio siglo después, en nuestras aulas hay blancos, negros y mestizos, especias de aquel sabroso ajiaco con el que el historiador y antropólogo Fernando Ortiz, definió lo cubano. A diferencia de lo que ocurría en la república burguesa, donde la Universidad era considerada patrimonio de una elite «blanca», hoy todos tenemos derecho a la Enseñanza Superior: cada joven, amparado en un amplio y gratuito sistema de institutos, universidades y sedes municipales, y en la misma gratuidad del material académico, tendría oportunidad de licenciarse. Sin embargo, muchos aún se preguntan si en las universidades cubanas subsisten vestigios racistas. No en vano el Dr. José L. Martínez Barroso, profesor auxiliar de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana (UH), divide el racismo en dos vertientes o categorías.

«Una se inclina hacia lo cotidiano», explicó el sociólogo, «y se expresa en estereotipos, como por ejemplo, cuando nos asombramos de ver una mujer negra con un hombre blanco, o una blanca con un negro. La otra se mueve en los planos ideológico y filosófico, se evidencia en el orden cultural y simbólico, y guarda relación con un todo sistémico, porque va de lo nacional a lo local, tiene que ver con la imagen del negro que se ha querido construir: la Universidad es un subsistema de la sociedad, y no está exenta de los vestigios racistas que permanecen sometidos a la memoria histórica, la experiencia social, la inercia de lo preconcebido y la idea de “crear al otro”.»

DILEMA DE ENGARCE

En el albor de la historia, el Caribe estaba poblado por pueblos amerindios. Dichas etnias primitivas, sufrieron un cambio brusco —y otros posteriores, progresivos y no menos violentos— a causa de la colonización. El choque de las culturas propició el surgimiento de lo «negro» y lo «blanco» cual polos opuestos, raciales y jerárquicos, en los ámbitos social, político y económico. Pensadores de la talla del economista criollo Francisco de Arango y Parreño (1765-1837) se expresaron así:

«Necesitamos (en el campo) una población blanca, que además pueda constituir las milicias. En caso de que (en las plantaciones atendidas por los negros) haya problemas, esa será la fuerza para contrarrestarlos… Escribo para la época en que se borre la memoria de lo que tuvimos que hacer. A los negros los trajimos por necesidad. La sociedad cubana es blanca por esencia.» 2

En octubre de 1886, una orden real abolió la esclavitud en la Isla; los 122 años transcurridos, nada son en la línea del tiempo de la humanidad. Aun cuando en otro octubre, de 1868, los hechos protagonizados por Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio Demajagua ya habían iniciado el proceso unificador de la nación, era predecible que los antagonismos arraigados en la conciencia individual y colectiva, exacerbados durante la república, trascendieran a la contemporaneidad.

«El destino del negro dentro de la sociedad como sujeto de conflicto», precisó Yolanda Wood, doctora en Ciencias sobre Arte, «se debe a cuatro razones básicas: fue arrancado de su tierra natal; sometido a un proceso de “deculturación” consciente; colocado en el nivel de esclavo; y despojado de sus derechos humanos y sociales. Los cuatro factores contribuyeron al dilema de interconexión entre las ideas y los hechos ocurridos en el seno de la sociedad cubana.» 3

Las «zagas» se arrastraron hasta aquí y siguieron condicionándonos. En el discurso de clausura del VIII Congreso de la UJC, el Comandante en Jefe Fidel Castro retomó las palabras de un párrafo pronunciado por él, «sin vacilación alguna»,4 en las conclusiones del Congreso Internacional Pedagogía 2003, el 7 de febrero de ese año.

«La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país, aun cuando en numerosas áreas de gran trascendencia, entre ellas la educación y la salud, desempeñan un importante papel.»5

SIN MOLESTIAS

«En las pruebas de aptitud e ingreso a la Enseñanza Superior, todas escritas, no existe ningún acápite que exija especificar el color de la piel; en ellas solo se evalúa el conocimiento y la preparación de los alumnos; no creo que en mi universidad haya racismo», declaró Jorge García, estudiante de Arquitectura (5to año) del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría.

Otros, como Maroly Loredo, alumna de Medicina (1er año) del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón, dijo que siendo negra, nunca se ha sentido discriminada por sus compañeros o profesores.

Aunque muchos jóvenes piensen como Jorge y Maroly, la realidad de algunos auditorios universitarios podría analizarse desde otras ópticas. «Basta con mirar la composición de ciertas aulas», consideró Yandrey Lay, egresado de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la UH, «en la mía, de 45 personas, solo cinco éramos, somos, negros, y la mayor parte del tiempo las bromas se dirigían contra nosotros. Nadie decía, “caballeros, miren para el blanco”, y sí, “¡eh!, miren para el negro”. Sin duda, hay discriminación racial, económica y regional.» Aunque el problema ni es crítico, ni quebranta la sociedad que construimos, urge lograr un sincero y abierto acercamiento al tema, sin prejuicios ni incomodidades.

HUMANIDADES SI, COLORES NO

Dicha aproximación evidenciaría cuánto hemos progresado en el conocimiento del fenómeno en los últimos 50 años. Los juicios de Adalberto, «Pepo», Hernández, presidente de la FEU Nacional, confirman ese avance.

«Vista como política segregacionista», ponderó el dirigente, «o como acción que separa o divide, con alevosía, a los seres humanos, la discriminación no se manifiesta ni en la Universidad, ni en ningún otro ámbito del país; pero si analizamos la composición estudiantil de nuestras universidades tradicionales, no incluyo a los beneficiados en los últimos seis años con la Universalización de la Enseñanza Superior, vemos que no se corresponde con la composición poblacional: en muchos centros de la Isla, el número de estudiantes negros es menor que el de blancos.

«La desproporción se refleja en la estructura del Consejo Nacional de la FEU; en el curso académico 2007-2008, el órgano reunió a 158 miembros, y menos del 13 por ciento éramos negros; claro, tampoco la Universidad ni los alumnos son los responsables, ellos eligen a quienes han demostrado cualidades para representar al estudiantado sin que importe su origen étnico; la cuestión es de índole histórica, y tiene que ver con todo lo planteado por el compañero Fidel en la clausura de aquel Congreso de Pedagogía 2003.

«El Comandante habló de una “discriminación objetiva” 6 que afecta a los que a lo largo de la historia fueron los sectores más marginados, y reconoció que aunque la abolición formal de la esclavitud en Cuba se produjo hace más de cien años, los hombres y mujeres sometidos a ese sistema continuaron viviendo durante casi tres cuartos de siglo como obreros en apariencia libres, en barracones y chozas de campos y ciudades, donde las familias apenas disponían de una sola habitación, sin escuelas ni maestros, ocupando los trabajos peor remunerados.

«Fidel recordó que otro tanto ocurría con mucha gente blanca, muy pobre, que emigraba del campo a las ciudades, y confesó que lo triste es observar que esa pobreza, asociada a la falta de conocimientos, “tiende a reproducirse” 7, y que otros sectores, en su mayoría de clase humilde, pero en mejores condiciones de vivienda y trabajo y con mayores niveles de conocimientos, que pudieron aprovechar mejor las posibilidades ofrecidas por la Revolución y hoy son el grueso de nuestros universitarios, también “tienden a reproducir sus mejores condiciones sociales vinculadas al conocimiento” 8.

«Estas ideas nos permiten comprender por qué en una sociedad como la nuestra, al decir del Comandante “determinados sectores están llamados a ocupar las plazas más demandadas en las mejores instituciones educacionales”9, plazas a las que se accede por expediente y exámenes, donde se refleja el influjo de los conocimientos que atesora el núcleo familiar y, más tarde, a desempeñar las más importantes responsabilidades, mientras otros, con menor índice de conocimientos, suelen asistir a centros de estudio menos demandados y atractivos, nutren las filas de los desertores de los estudios en el nivel medio superior y obtienen menor cantidad de plazas universitarias.

«Sobre este mismo asunto reflexionó, desde las páginas de Alma Mater, por los días del natalicio del Che, el profesor Germán Sánchez Otero, actual embajador de Cuba en Venezuela. Afirmaba que para juzgar a los jóvenes, habrá que saber a qué familias pertenecen, si son del campo o la ciudad y cuáles son sus niveles de ingreso y formación educacional, política y cultural; él explicaba que de esto dependerá que unos ingresen en la Universidad y otros no, aún cuando todos tengan la misma edad y hayan estudiado en el mismo sistema; “unos y otros son iguales”, decía él, “pero a la vez unos tienen más posibilidades que otros”.10 Por ahí se cuela la discriminación.

«La FEU deberá preocuparse por extender la comprensión de este fenómeno. A veces la gente me ve por la calle y me felicita porque soy negro y presido la Federación: “Eso es para que demuestres que los negros son más que bailadores, y deportistas.”

Tales declaraciones, ¿no serán sospechosas de racismo?, ¿acaso se felicita al jefe de una empresa que es blanco porque lo es? Cumpliendo el sueño de Martí, la Revolución cultiva entre nosotros “el culto a la dignidad plena del hombre”; mas para recoger los frutos, nadie podría venir a menos; en ocasiones las personas se menosprecian; creen, o se les ha hecho creer, que no alcanzarán ciertas metas porque son negros, o porque son de provincia, o porque para tal deporte o rama del arte se necesita cierto fenotipo; lo que deben hacer es valorarse y enfrentar la vida como seres humanos plenos y dignos».

"TIENE DE CARABALI"

«Cualquier cubano podría aproximarse a la cuestión racial; este no es un problema de raza, sino de conciencia; cualquiera podría darse cuenta de que existe el conflicto, e incluso percibirlo desde la ética; pero en lo físico solo el no-blanco puede sentirlo: el otro nunca sufrirá las diferencias por ser negro. No obstante, insisto, cualquiera podría dedicarse al análisis del tema y sentir cómo la exclusión también lo agrede a él. Este no es un asunto de blancos, negros o mestizos, sino de cubanos; en la solución de este problema deberá trabajar, junta y mucho, toda la sociedad.»

Así se expresó el economista y politólogo Esteban Morales en la revista digital La Jiribilla.11 Estudios científicos avalan los valores morales de su discurso y los deberes éticos que emanan de él; no podemos decir, a la luz de análisis especializados, que todos los seres humanos somos iguales; entre un individuo y otro hay una diferencia de tres mil bases nitrogenadas como mínimo; en dicha cifra, el 0,1 por ciento de la información genética de una persona, está el fundamento de la biodiversidad de la especie; con todo, en los últimos años los investigadores probaron la poca validez del concepto de raza.

Primero se clasificó a la humanidad en cinco grupos —negroide, mongoloide, caucásica, amerindia y oceánica—; pero desde la segunda mitad del siglo XX comenzó a quedar claro, que si bien era posible concebir fronteras nítidas entre las subdivisiones según sus rasgos morfológicos —pigmentación de la piel, estructura corporal, forma de la nariz, color, traza y grosor del cabello—, el análisis genético demostraba que las variantes hereditarias cruzaban los límites y les permitían a las razas entremezclarse. Por ende, en el mundo globalizado de hoy ya no podemos hablar de razas puras; el uso del término como elemento de diferenciación es obsoleto; más que blancos, negros o mestizos, deberíamos contar, en el sentido de ser importantes o necesarios, por las acciones que realicemos y, sobre todo, por el amor que le demos al prójimo.

En tiempos de la esclavitud, el habitante blanco de Cuba especulaba sobre «el otro», diferente de él; apuntando a dos de los grupos étnicos que, sacados de África, llegaron a la Isla en calidad de esclavos, presuponía que ese «otro», cuando no tenía de congo, tenía de carabalí.12 Con los años, el dicho se convirtió en bumerán, en frase de negro para defenderse de quienquiera que se las dé de blanco, o se ría de él por ser negro; y alude a la mezcla de rasgos étnicos característica de nuestra ciudadanía.

Los estudios del Centro Nacional de Genética Médica patentizaron, en noviembre de 2007, la verdad de la afirmación: el 73,8 por ciento de nuestros «genes fundadores» proviene de ancestros europeos; el 16,8 de africanos; y el 9,4 de indocubanos y asiáticos…13 Con esos truenos, en el contexto de la población cubana, ¿qué cosa es raza?, ¿quiénes son los negros?, ¿los que son de color blanco y tienen un 70 por ciento de genes oriundos de África, o los de piel negra y tienen un 60 por ciento de genes provenientes de Europa?

Hace 76 años, en el prólogo de Sóngoro cosongo, Nicolás Guillén, nuestro poeta nacional, hito de la literatura caribeña, nos dio, sin proponérselo, una respuesta: «Algún día se dirá: “color cubano”.»14Quizás ese será el matiz que cobraremos todos los jóvenes que, desde las aulas universitarias, aspiramos a convertirnos en profesionales íntegros, libres del prejuicio racial: seguir otro camino sería «desteñirse»…


1 Guevara, Ernesto. «Que la Universidad se pinte de negro, de mulato, de obrero, de campesino.» Obras 1957-1967. Casa de las Américas, La Habana, 1ra edición, t. 2, pp. 34-35./
2 Rosete Silva, Hilario y Guanche, Julio César. «Etnia, raza y unidad nacional.» El hombre en la cornisa. Editora Abril, La Habana, 2006, p. 77./

3 Ídem, p. 88./
4 Castro Ruz, Fidel. Seguiremos creando y luchando. VIII Congreso de la UJC. Discurso de clausura pronunciado por el Comandante en Jefe. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2004, p. 18./
5 Ídem./
6 Discurso pronunciado por el presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en la clausura del Congreso Pedagogía 2003, en el teatro Carlos Marx, el 7 de febrero de 2003. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2003 /
7 Ídem./
8 Ídem. /
9 Ídem./
10 Rosete Silva, Hilario. «¿Seremos como el Che?» Alma Mater, jun. 2008, No 464, p. 8./
11 «Prisma científico para los desafíos del color». La Jiribilla, sep. 2006, No 279. Dossier 3er Concurso Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente./
12 La nomenclatura de los negros esclavos no se hizo según un sistema etnográfico, sino por empirismo y sobre circunstancias diversas: factorías negreras, poblaciones del interior, etcétera; predominó la geografía, y no la etnología./
13 Datos ofrecidos por la doctora Beatriz Marcheco, directora del Centro Nacional de Genética Médica, en el programa Mesa Redonda de la Televisión Cubana —sobre estudios, revelaciones y atención a problemas de salud en Cuba— transmitido el 22 de nov. de 2007 por Cubavisión./
14 Augier, Ángel. Nicolás Guillén. Obra poética 1922-1958. Volumen 1. Compilación, prólogo y notas por Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980, p. 102.