
Así más que opio, la religión se convirtió para los negros en una ventana espiritual hacia la libertad colectiva e individual, y también en una forma de expresión autóctona que forma parte de nuestra cubanidad.
En esta isla mestiza existen muy pocos católicos o santeros puros, hago la salvedad para no ser absoluta. Personas de cualquier nivel cultural o raza han rendido alguna que otra vez culto a los dioses del panteón afrocubano o son practicantes activos de la religión afrocubana.
¿Quién no ha ofrecido alguna vez girasoles a la Santísima Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, que personifica a Ochún, la sensual y seductora diosa del amor sexual y la fertilidad; hecho ofrendas, o pagado alguna promesa a San Lázaro, el santo que muchos cubanos consideran milagroso y que los africanos llamaron Babalú Ayé?.
Aunque muchos cubanos no practiquen la santería de forma activa o algunas de las otras manifestaciones de la religión afrocubana, casi todos conocen que Obbatalá es la Virgen de las Mercedes, o que Yemeyá, la diosa del mar, es representativa de la virgen de Regla.
Un gran número de cubanos se consideran “cristianos a su manera”. En ocasiones acuden a misa o le piden un favor al santo de su preferencia, en otras van a tirarse las cartas o a consultarse con algún bacalao (sacerdote santero) para conocer qué dice Eleguá, el dios que abre los caminos, a través de los caracoles.
La fé en lo que dice el santo es tan grande, que siguen sus órdenes al piel de la letra, tanto si prohíbe comer un alimento específico, vestirse con ropa de un color determinado. Otras veces el santo recomienda darse un baño con tal o mas cual hierba para quitarse el obsorbo, el arrastre, lo malo.
Llama la atención que mientras a Dios y a los Santos católicos, casi siempre se les pide con devoción y respeto- los practicantes de los cultos sincréticos tratan a sus dioses como si fueran familiares cercanos.
A la Caridad del Cobre, la llaman Cachita cariñosamente, o mi madre si se consideran hijos de Ochún. Lo mismo vale para cualquier otro santo.
Esa, creo, es la diferencia entre los practicantes del catolicismo en cualquier país del mundo y la religión que se practica en Cuba, tan mezclada como su población misma.
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